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El Ahora

La Corrupción y los políticos

Hay una tremenda corrupción en todos nosotros, los seres humanos. Decimos que la corrupción refiere a algo que se ha echado a perder, que pasa a un estado de perversión. Puede traducirse como “hacer pedazos”. La forma de corrupción más común es el soborno, la coima o mordida, que consiste en pasar dinero o dar un regalo a una autoridad o funcionario a cambio de realizar, cambiar u omitir un acto inherente a su cargo. El ser humano es un ser corrupto, compremetido con algún grupo y comprometido consigo mismo.

 

Pero todas las formas de corrupción son tan solo síntomas, indicios o señales de algo que está ocurriendo. Entonces queremos investigar la CAUSA, la causa real de la corrupción. Y cuando, por ejemplo, aceptamos dinero por debajo de la mesa y nos volvemos corruptos, tenemos que comprender lo que está ocurriendo y cuál es la causa de esta corrupción.

 

La corrupción empieza en nosotros mismos, con el “interés propio”. Porque solo nos interesamos en nosotros mismos, en qué quiero, en lo que he de ser. Y tengo envidia, soy codicioso, competitivo, duro, cruel y despreciativo con la mayoría de la gente. Allí hay corrupción. La corrupción empieza en nuestra mente, en nuestro corazón; la causa real de la corrupción está dentro de nosotros. No hay parte de la mente que no esté condicionada, que no este corrupta. Entonces el problema no es solo sacar a los corruptos de los cargos públicos sino lo que haríamos nosotros o nuestros hijos, si ocupáramos un cargo público. ¿Qué haríamos? Lo más seguro es que la corrupción continuaría.

 

   

 

A menos que descubramos esta corrupción y la cambiemos, seguiremos siendo seres humanos corruptos y violentos. Hay también corrupción cuando odiamos, cuando estamos celosos, cuando nos enfadamos, cuando somos perezosos, cuando decimos: yo siento que esto es lo correcto, nos aferramos a ello y lo imponemos a los demás.

 

Curruption doesn´t begin with black marketing, passing money under the table, bribing. That´s a mere symptom. Corruption begins when there is self-interest. When there is concern with your own achievement, with your own passion, with your own urges of desire and so on. When there is self-interest, the root of corruption is there. And that corruption as self-interest is limiting the psychological capacity of the brain.

 

La corrupción no empieza con el marketing negro, el paso de dinero por debajo de la mesa, el soborno. Eso es un mero síntoma. La corrupción comienza cuando hay interés propio. Cuando hay preocupación por el propio logro, por la propia pasión, por los propios impulsos de deseo, etc. Cuando hay interés propio, la raíz de la corrupción está ahí. Y esa corrupción como interés propio está limitando la capacidad psicológica del cerebro.

 

 

Así como estamos dispuestos a morir en una revolución o en una revuelta, entonces también deberíamos estar dispuestos a morir, o a aceptar las consecuencias de no ser corrupto, de no ser violento. Tenemos tanto miedo ... tantos miedos. No seamos corruptos, ni violentos, no importa si morimos por ello. ¿Pero cómo viviré, qué hare si no soy corrupto, cuando todos a mi alrededor lo son? nos volvemos cínicos, vemos lo que pasa en el mundo y decimos, bueno el mundo es así, tengo que aceptarlo, tengo que vivir con ello.

 

Los seres humanos estamos empeñados en la búsqueda placer, en evadirnos del miedo y empeñados en estar continuamente entretenidos. De modo que la inclinación del hombre es la de conseguir placer y evadirse del miedo. Solo pensamos en nosotros mismos, queriendo nuestro propio éxito, con envidia, con codicia. Pero si comprendiéramos muy bien que la corrupción inicia y está en nosotros. Si comprendemos todos los males y conflictos que causa la corrupción. No odiaríamos, no nos enojaríamos, no seríamos envidiosos, no estaríamos buscando siempre el éxito.

 

Si vemos algo peligroso, corremos, nos apartamos de ello. Nadie tiene que decírnoslo. Simplemente corremos. Entonces la corrupción es muy peligrosa, es de lo más peligroso y dañino. Tenemos que ver lo importante que es esto, en este mundo terriblemente loco e insano, donde no hay cordura en el mundo político, ni en el religioso, ni en el mundo de las instituciones, ni en el mundo económico. No hay cordura.

 

Hoy en día existe el conocimiento científico suficiente para que se pueda proveer de alimento, ropa y albergue a todos los seres humanos; sin embargo, no es eso lo que se hace. Los políticos y otros líderes en todo el mundo son personas educadas, tienen títulos, grados, togas y bonetes, todos son doctores y científicos; sin embargo, no han creado un mundo en el cual el hombre pueda vivir dichosamente.

 

                        

 

Por lo tanto, todo ha fracasado, la educación moderna ha fracasado, ¿no es así? Y si uno está satisfecho con ser educado del mismo viejo modo, hará de la vida otra tremenda confusión. Y todos estos políticos y doctores con su gran educación, con sus palabras bonitas y grandes análisis y justificaciones; se roban el dinero de la educación, de la salud; se roban el dinero público, nombrando a sus amigos y conocidos en cargos públicos muy bien remunerados. ¿Cuánto daño y muertes causa esa corrupción? Luego vienen las protestas y los desmanes, los destrozos, la violencia.

 

Y estos políticos con sus elegantes trajes, califican de vándalos y de desadaptados a los hombres y mujeres a los cuales ellos les han impedido la salud, la educación y el trabajo. Estas “personas educadas” que no tocan a una mujer ni con el pétalo de una rosa, pero que a escondidas han robado, despilfarrado, pagado favores políticos, causando un daño incalculable a la sociedad a la que aparentan proteger y ayudar. Si alguno es descubierto y juzgado, gracias a sus influencias y riqueza logran penas mínimas e irrisorias, para luego disfrutar del dinero robado. “La ley es para el de ruana”, el pobre que no cuenta ni con dinero ni con influencias se pudre en la cárcel por robarse un pollo o por los destrozos que ha causado su protesta.

 

                                              

 

¿Qué significa gobernar a la gente? ¿Qué significa ser un servidor público? Después de todo, eso es lo que se supone que hacen los políticos: servir, gobernar a la gente. Pero somos ambiciosos, deseamos poder, posición, queremos ser respetados, queremos ser los conductores, ocupar el primer lugar; no pensamos en la gente, estamos pensando en nosotros mismos, comprometidos nuestros partidos, con nuestra religión,  comprometidos con nuestras familias, que son una extensión de nosotros mismos. Los seres humanos somos seres humanos, sea que vivamos en la India, en Alemania, en Rusia, en América o en la China; pero ya lo ven, al dividir a los hombres de acuerdo con los países, son más los políticos que pueden tener grandes posiciones, de modo que no les interesa pensar en el mundo como una totalidad. Los políticos son educados, saben leer, argumentar, hablan incesantemente acerca de ser buenos ciudadanos, pero, los que deben ocupar el primer lugar son ellos. ¿Recibimos educación para dividir el mundo y crear guerras? El trabajo de los políticos se convierte en sostener el conflicto, justificándolo todo. No están solos haciendo esto, todos lo hacemos. Algunas personas quieren la guerra porque les rinde beneficios. De modo que no son, sólo los políticos quienes deben tener una transformación fundamental, no son solo ellos quienes deben tener la clase correcta de educación.

 

La corrupción política ocurre cuando el político abusa de su cargo y de su poder para hacer mal uso de los recursos financieros o humanos a los que tiene acceso, para conseguir ventajas de forma secreta y privada. En el político, la necesidad de proteger su propio ego no tiene límites, mentirán, engañaran, robaran, asesinaran. harán lo que sea para mantener su ego, para mantener lo que son y lo que tienen. Y su pensamiento y sus abogados les darán todas las justificaciones y razonamientos necesarios. No es difícil aceptar, en el estado actual de la sociedad, que todo lo hacen en beneficio propio, para mantener su posición, su poder, influencias y riqueza.

 

                     

 

¿No han notado qué arrogantes son los líderes políticos?  ¿han notado qué llenos están de sí mismos, qué inflados están con sus ideales y sus logros? En su estimación propia son muy importantes. Lean o escuchen unos cuantos de esos discursos políticos, observen a algunas de esas personas que se llaman a sí mismas “reformadores”, y verán que en el proceso mismo de la reforma están cultivando su propio ego; sus reformas, por amplias que sean, siguen estando dentro de la prisión; siguen estando dentro de su “interés propio”; por lo tanto, son destructivas y finalmente traen más desdicha y conflicto al hombre.

 

Entonces uno de los principales problemas que afrontamos es la cuestión de las reformas. Diversos grupos de personas - los socialistas, los comunistas y los reformadores de todo tipo - se interesan en producir ciertos cambios en el mundo, cambios que son obviamente necesarios. Si bien en algunos países existe un considerable grado de prosperidad, en todo el mundo sigue habiendo hambre y millones de seres humanos no tienen salud, ni educación, ni ropa suficiente, ni un sitio apropiado para dormir. ¿Y cómo podría tener lugar una reforma fundamental? Ése es el verdadero problema, ¿no es así? Si uno observa los acontecimientos políticos y sociales, resulta obvio que lo que llamamos reforma, por deseable y necesaria que pueda ser, siempre trae como secuela otras reformas ulteriores; siempre tratando de contrarrestar las desdichas de la nueva reforma, entonces se hacen necesarias más leyes, más frenos y controles. La reforma crea nuevos desórdenes; al enmendar estos, se siguen produciendo más desórdenes, y así continua el círculo vicioso, un proceso que no termina jamás. El hombre está atrapado en este círculo vicioso de las reformas que siempre requieren otras reformas y, si este círculo no se rompe, nuestros problemas no pueden tener solución.

 

        

 

Tenemos que crear una nueva sociedad, una nueva atmósfera,  carente de temor. Y tenemos que crearla, porque vemos que el mundo está atrapado en conflictos interminables; Al mundo lo conducen los políticos, que siempre están en busca del poder; es un mundo de abogados, policías y soldados; un mundo de personas ambiciosas, hombres y mujeres, todas anhelando posición, riqueza y luchando unas contra otras para conseguirlos. Después están los que se titulan santos, los gurús y papas religiosos con sus seguidores; también ellos desean poder, posición, prestigio, aquí o en la próxima vida. Es un mundo insensato, insano, completamente confundido, donde el comunista lucha contra el capitalista, el socialista resiste a ambos, y cada cual está en contra de alguien, luchando para llegar a un sitio seguro, a una posición de poder o de bienestar material. El mundo está desgarrado por creencias en conflicto, por diferencias de clase o de casta, por nacionalidades separativas, por todas las formas de estupidez y crueldad; y éste es el mundo en que se nos educa para que encajemos en él. Se nos estimula para que encajemos en la estructura de esta sociedad desastrosa.

 

Entonces los padres envían a sus hijos a las escuelas, donde hay ambición, competencia, codicia, donde no hay amor en absoluto, y es por eso por lo que una sociedad como la nuestra se está deteriorando en medio de una constante rivalidad y conflicto; y aunque los políticos, los jueces y los autonombrados como “gente de bien”, como se les llama, hablen de paz, eso no significa absolutamente nada. Nuestros problemas -sociales, ambientales, políticos, religiosos- son tan complejos, que sólo podemos resolverlos, no volviéndonos extraordinariamente eruditos y sagaces, sino siendo nosotros sencillos. Porque una persona sencilla ve mucho más directamente que la persona compleja; su experiencia es más directa. Y nuestra mente está tan abarrotada con un infinito conocimiento de hechos, de lo que otros han dicho, que nos hemos incapacitado para ser sencillos y tener nosotros mismos una vivencia directa.

 

            

 

Estos problemas requieren un nuevo enfoque, y tal enfoque sólo es posible cuando somos sencillos, realmente sencillos en nuestro fuero íntimo. Esa sencillez llega tan sólo con el conocimiento propio, mediante la comprensión de nosotros mismos: de las modalidades de nuestro pensar y sentir, de la actividad de nuestros pensamientos, de nuestras respuestas; comprendiendo cómo nos comprometemos, cómo nos sometemos por miedo a la opinión pública, a lo que otros dicen, a lo que ha dicho Buda, Cristo, a lo que dice el gran líder; todo lo cual indica nuestra tendencia natural a someternos, a ponernos a salvo y estar seguros. Y, cuando uno busca seguridad, es evidentemente porque uno se halla en un estado de temor. Y por lo tanto no hay sencillez. Si uno no es sencillo, no puede ser sensible.

 

Si no hay sencillez, no puede uno ser sensible a las profundas insinuaciones de las cosas. La mayoría de nosotros vive muy superficialmente, en el nivel superior de la conciencia. Allí tratamos de ser reflexivos o inteligentes, allí tratamos de que nuestra mente sea sencilla, mediante la compulsión, mediante la disciplina. Pero eso no es sencillez. Cuando forzamos la mente superficial a ser sencilla, tal compulsión sólo consigue endurecer la mente, no la torna ágil flexible, lista. Ser sencillo en el proceso íntegro, total, de nuestra conciencia, es extremadamente arduo. Porque no debe existir ninguna reserva interior; tiene que haber ansia por averiguar, por descubrir el proceso de nuestro ser. Y ello significa estar alerta a toda insinuación, a toda sugerencia; darnos cuenta de nuestros temores, de nuestras esperanzas, investigar y libertarnos de todo eso cada vez más y más. Sólo entonces, cuando la mente y el corazón sean realmente sencillos, cuando estén limpios de sedimentos, seremos capaces de resolver los múltiples problemas que se nos plantean.

 

Tanto en este mundo de los políticos, el mundo del poder, de la posición y la autoridad, como en el así llamado mundo espiritual, donde uno aspira a ser virtuoso, noble, santo, en el momento en que deseamos ser “alguien”, ya no somos libres. Pero el hombre o la mujer que ve el absurdo de estas cosas y cuyo corazón es por ello inocente y, en consecuencia, no está movido por el deseo de ser “alguien”, ese hombre o mujer es libre, no es corrupto. Si ustedes comprenden la sencillez de esto, también verán su extraordinaria belleza y profundidad.

 

Nuestra mente está hecha de conocimientos y creencias; estos son la estructura de la mente. Conocimiento y creencia son los procesos del reconocimiento, el centro de la mente. El proceso es limitador, el proceso es tanto consciente como inconsciente. ¿Puede, pues, la mente estar libre de su propia estructura? ¿Puede la mente dejar de ser? ¿Puede el ego dejar de ser? Ese es el problema. Los únicos conocimientos útiles son los técnicos, los que nos permiten hacer y desarrollar un trabajo. Pero la mente, tal como la conocemos, tiene tras de sí la creencia, el deseo, el impulso de estar en seguridad, el interés propio. Con esta mente condicionada y comprometida, uno no puede pensar por sí mismo, así no es posible que haya paz en el mundo. Podemos hablar acerca de la paz, podemos organizar nuevos partidos políticos o instituciones espirituales, podemos gritar desde los techos de las casas, y salir a manifestaciones; pero no podremos tener paz; porque es en la mente que está la base misma que crea contradicción, que aísla, separa y crea conflicto.

El hombre que quiere descubrir, debe enfrentar el problema del conocimiento y la creencia; tiene que ir tras él, descubrir el proceso y movimiento del pensamiento, descubrir todo el proceso del deseo en acción: deseo de estar en seguridad, deseo de certeza y deseo de permanencia. Un hombre que está atrapado en su mente no puede descubrir lo nuevo, no puede entender lo que está pasando, donde lo nuevo no puede acontecer. Debe por cierto dejar de adquirir, de acopiar; debe dejar de lado todo conocimiento. Una mente cargada de conocimientos no puede, en modo alguno, comprender aquello que es real, inconmensurable.

 

Casi todos nosotros queremos un lugar de reposo; queremos una pequeña casa, un nombre, una posición, y decimos que estas cosas son muy importantes. Exigimos permanencia y creamos una cultura que se basa en ese requerimiento, inventando dioses y religiones, que no son dioses ni religiones en absoluto sino meras proyecciones de nuestros propios deseos. Una mente que busca permanencia pronto se estanca como esa alberca paralela al río, pronto se llena de corrupción y deterioro. Sólo la mente que no tiene murallas, ni apoyos, ni barreras, ni lugar de reposo, que se mueve completamente con la vida, eternamente avanzando, explorando, estallando, sólo una mente así puede ser feliz, siendo perpetuamente nueva.

 

Lo que yo soy, eso es el mundo, Lo que yo soy, eso es la sociedad. Soy responsable del conflicto y miseria dentro de mí mismo y por ende en el mundo. Los sistemas políticos, conferencias, tratados y reformas no producirán orden ni buena voluntad. Nosotros que hemos creado esta lucha y sufrimiento debemos cambiar fundamentalmente, es imperativo que nosotros nos transformemos.

 

Nuestro problema es el problema del mundo y únicamente cada uno de nosotros puede solucionarlo, no otro; no podemos dejarlo a los otros. El político, el economista, el reformador, son como nosotros, movidos solo por nuestro interés propio; un oportunista, un astuto urdidor de planes: pero nuestro problema, esta humana miseria, esta existencia vacía que produce desastres tan angustiosos, requiere algo más que maquinaciones astutas, más que las superficiales reformas del político y el propagandista. Requiere un cambio radical de la mente humana y ninguno puede hacer que esta transformación se efectúe, salvo nosotros mismos. Sin nosotros el mundo no es; en nosotros está el principio y el fin de todas las cosas.

 

La modificación de las circunstancias exteriores no llega a producir una fundamental transformación interna. Es necesaria primero esta transformación interna para producir un resultado externo. Podemos mediante la legislación, prohibir la ambición, ya que ella engendra la crueldad, la afirmación de sí mismo, la competencia y el conflicto; pero, ¿puede desarraigarse la ambición desde afuera? Suprimida desde afuera ella se afirmaría en formas distintas.

 

Para producir una pacífica transformación externa, debe primero efectuarse un profundo cambio psicológico. Lo exterior, por más agradable que sea, no puede producir contento duradero. El vehemente anhelo interno siempre modifica lo externo. Lo que somos psicológicamente, eso es nuestra sociedad, nuestro estado, nuestra religión; si somos concupiscentes, envidiosos, codiciosos, entonces nuestro ambiente será eso que nosotros somos. Nosotros creamos el mundo en que vivimos. Para que tenga lugar un cambio radical y pacífico, debe haber una voluntaria e inteligente transformación interna; este cambio psicológico seguramente no ha de producirse a través de la coacción, y si lo fuera, habría entonces tal conflicto interno y confusión que de nuevo precipitaría a la sociedad al desastre. La regeneración interna debe ser voluntaria, inteligente y no obligada.

 

Tenemos que volveros conscientes de nuestros pensamientos-sentimientos y darnos cuenta de que estos pensamientos-sentimientos están dominados por los valores sensorios. Si los examinamos sin que haya elección, lo interno se aclara y vamos descartando lo falso. Lo falso de esta sociedad que hemos creado y lo falso de nuestro ego. Este descubrimiento traerá libertad y alegría. Pero este descubrimiento, su vivencia, no puede hacerlo otro, por nosotros. A través de la propia autopercepción debemos despertar a los falsos valores y descubrir así la acción correcta, eterna. Puede haber un cambio fundamental interno y externo sólo cuando el pensamiento-sentimiento se desenreda de los valores sensorios causantes del conflicto y cuando podemos percibir atentamente lo falso como falso.

 

Si continuamos pensando-sintiendo en términos de nacionalidades, de prejuicios raciales, de fronteras económicas, sociales y si continuamos pensando-sintiendo en términos de nuestro interés propio, habrá guerra, forzosamente la habrá. Si cada uno de nosotros considera realmente en el fondo de su corazón, lo que hay que hacer para impedir una nueva guerra, verá que tiene que dejar de lado toda idea de nacionalidad, dejar de lado la religión particular a que pertenezca, su codicia y su ambición. Si esto no se lleva a efecto, habrán nuevas guerras, cada una, más destructiva que la anterior.

 

Pero a los políticos no les interesa este cambio revolucionario en nuestro pensar-sentir. Los dirigentes son incapaces de concebir un gobierno o Estado mundial sin soberanías.. Qué le diremos a un Padre y una Madre que quieren salvar a sus hijos de morir en una nueva guerra. Si realmente aman a su hijos no hallarían ninguna esperanza en procesos graduales ni en explicaciones y justificaciones nacionalistas. Lo que quieren es salvar a su hijo, y por eso se preguntan ¿cuál es el medio más seguro de terminar con todas las guerras? En ello hay la tentativa de justificar nuestro egoísmo y estrechez de miras, nuestro fanatismo y nuestros prejuicios; en vez de eliminar resueltamente el peligro que nos acecha, inventamos una teoría del desarrollo progresivo, justificamos la guerra, teorías incompletas y falsas,  y sacrificamos la felicidad de los demás y de nosotros mismos. Si aplicamos nuestra mente y corazón, empero, a curar la enfermedad mortal de la ignorancia de nosotros mismos y del egoísmo, crearemos un mundo sano y feliz.

 

              

 

No tenemos que pensar y sentir horizontalmente, por así decirlo, sino verticalmente. Veamos lo que ello significa. Hasta ahora y con la idea de que eventualmente se llegará a un paraíso sobre la tierra, nuestro pensamiento ha concebido un proceso gradual de cambio, de evolución, de lento esclarecimiento a través del tiempo, siguiendo una corriente de conflictos y miserias sin fin, de asesinatos en masa y de treguas llamadas “paz”.

 

                           

 

 ¿Por qué, en vez de pensar y sentir a lo largo de esos senderos horizontales, no habríamos de pensar verticalmente? ¿No podríamos zafarnos de la continuación horizontal del desorden y las luchas, y pensar-sentir de nuevo, alejándonos de todo eso, sin el sentido del tiempo, es decir, verticalmente? Dejando de pensar en términos de evolución, lo cual tiende a racionalizar nuestra pereza y continua postergación, ¿no podríamos pensar-sentir directamente, simplemente? El amor de una madre la lleva a sentir directa y simplemente, pero su egoísmo, su orgullo nacional y otros factores contribuyen a que piense y sienta horizontalmente, en términos de cambio o evolución gradual.

 

El deplorable estado del mundo y de la sociedad es prueba concluyente del fracaso de la educación, del fracaso de todas las filosofías, religiones, movimientos espirituales, partidos políticos y sistemas económicos existentes. Podríamos pensar que necesitamos un nuevo grupo o filosofía... pero también están destinados al fracaso. Sólo una transformación psicológica radical, una transformación interna, una transformación en la manera en que se mueve nuestro pensamiento, una transformación de no ego, de no yo, producirá una transformación en la sociedad y en el mundo. Mientras la mente esté atrapada en sus compromisos, en su trasfondo y atrapada en su propio ego, no podrá descubrir nada nuevo, será una mente corrupta que solo traerá al mundo más conflicto y desdicha. Mientras no seamos realmente libres no podremos hacer nada significativo.